En el marco del festival IndieBo 2015, los amantes del cine pudieron ver por primera vez La Tierra y la Sombra de César Augusto Acevedo, ganador de la cámara de oro del festival de Cannes. Un inmenso reconocimiento que pone al director caleño en una lista que conforman personajes de la industria del cine tan importantes como Steve McQueen, quien obtuvo el mismo galardón en 2008 por su maravillosa película Hunger, o Anthony Chen que lo hizo en 2013 con Ilo Ilo.
La Tierra y la Sombra es una película profunda. Una pintura. Un filme que comprende el peso de la pérdida y el color de la nostalgia, está cargada del carácter de su director. César sacó de lo profundo de sus sentimientos una historia real, la suya propia, para crear una obra nostálgica que pone en evidencia su visión particular del veneno y el amor que va dejando vivir tanto en él como realizador, como en quienes se acercan a las salas de cine para calmar la curiosidad de queja la tremenda noticia, de que un colombiano haya ganado el reconocimiento más importante que se pueda dar a una opera prima.
La película exorciza una parte profunda del director quien según afirman sus amigos y personas cercanas, es un hombre a quien le resulta difícil exteriorizar sus sentimientos; vista desde ese punto La Tierra y la Sombra también puede describirse como un grito, como la necesidad de crear algo con aquello con lo que se ha vivido desde la niñez. En palabras de Acevedo lo que busca como realizador es una experiencia de encuentro con lo que llevamos dentro a través del lenguaje cinematográfico. Todo esto, haciendo buen uso de un lenguaje simple y real que brinda a quién ve la película una obra sórdida, sin maquillajes, ni artificios. Muestra de ello son sus actores; se puede ver a medida que transcurre la película el desafío que fue dirigirlos. ¿Cómo enseñar a ser actor a quien no lo es? eso solo el director y su equipo de producción lo saben, pero podemos dar por descontado que el trabajo con las emociones personales fue fundamental en el desarrollo de las actuaciones, como asistentes tan solo podemos ver cómo se desenvuelve la historia y cómo cada uno de ellos carga con el peso de su existencia, los personajes de Acevedo tienen algo profundo que los arrincona, un ala rota que no los deja ser, un pasado y unas circunstancias que les oprimen. Cada palabra, gesto o lagrima que sale de ellos puede llevarnos al paroxismo.
También es muy importante en esta producción, el manejo extraordinario de la fotografía la cual estuvo a cargo de Mateo Guzmán quien ya había trabajado en producciones colombianas como La Sirga o El Vuelco del Cangrejo. El éxito su dirección es tal que en entrevista para Esquire Cesar Acevedo cuenta que Peter Suschitzky director de fotografía de David Crononberg le dijo que La Tierra y la Sombra le parecía más valiosa que todo lo que él había hecho en su carrera. Por supuesto Acevedo cree que tal afirmación es exagerada, sin embargo hay cosas que no se pueden negar, los que saben hacer cine y crean cine serio no pueden estar del todo equivocados, el director colombiano creó es una obra de arte, una pintura viva que se apoya en planos de extensa duración llenos de texturas, colores, y contrastes manejados extraordinariamente.
Ahora bien, por todo esto La Tierra y la Sombra es una gran merecedora de la Cámara de Oro del festival de Cannes, además de ser la muestra de la renovación de nuestra industria cinematográfica.
Hermosa, potente, directa y sobre todo honesta la película de Acevedo es esa clase de filme que todos debemos ver y apoyar. Nuestra invitación como espacio para las producciones cinematográficas es que vean esta gran obra, que vivan la experiencia de ver algo diferente. Les aseguramos que esta bella producción va tocar fibras muy profundas hasta el punto de hacerlos vivir, y sentir, que amor sí se escribe con llanto.
El Cine.
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