Por Juan David Trujillo Torres
Cuando el petróleo escasea en el mundo, el precio de la gasolina sube y es asequible solo a los millonarios. Los carros son menos en las calles y carreteras, los dueños de los vehículos adquieren gran estatus; si en la actualidad tener un carro le permite a un hombre impactar a cierto tipo de mujeres, en la situación anteriormente descrita la posibilidad de tener mujeres por andar en auto es más significativa.
Cuando el petróleo escasea en el mundo, el precio de la gasolina sube y es asequible solo a los millonarios. Los carros son menos en las calles y carreteras, los dueños de los vehículos adquieren gran estatus; si en la actualidad tener un carro le permite a un hombre impactar a cierto tipo de mujeres, en la situación anteriormente descrita la posibilidad de tener mujeres por andar en auto es más significativa.
Esta es la
historia de Blood Car, película dirigida por Alex Orr en el año 2007, quien con
humor negro y un presupuesto de 25 mil dólares, crea una crítica mordaz al
consumo injustificado de combustible por parte de los ciudadanos
que usan sus vehículos más para presumir que para movilizarse.
El personaje
principal de la Blood Car es un loser que se gana la vida como profesor de
escuela y pretende crear un combustible a base de plantas. Un día mientras
trabaja en su laboratorio, por error descubre que el motor de su carro no se
mueve con jugo de ramas sino con sangre; en ese momento empieza la
experimentación del joven buscando obtener el carro más veloz convirtiendo su
vehículo en una carnicería ambulante.
El objetivo del
conductor es uno solo: sacar a pasear a una atractiva mujer que tiene sexo con
todo aquel que le pueda garantizar un buen paseo en auto; lo que el hombre no
sabe es que ha creado sin querer un vehículo que cambiara su vida y el destino
de la humanidad, porque en un futuro donde el combustible escasea, triunfa quien
pueda disponer de él y garantizar el movimiento de la nación.
Blood Car es una
película que ningún fanático del serie B puede dejar de ver, porque demuestra
una vez más que las buenas ideas funcionan sin un gran presupuesto y es que no
hay nada más independiente que el cine ubicado en las márgenes, ese que no
pretende obtener galardones y aun así trasciende y argumenta la realidad sin
miedo y con humor; porque la miseria del mundo actual, que en gran parte
corresponde a la irresponsabilidad del hombre, no es más que un chiste que no
divierte.
Directeccón:
Alex Orr // Guión: Hugh Braselton // Alex Orr // Reparto: Anna Chlumsky, Katie Rowlett, Mike Brune