Luis Ospina discurso en #EleganteFICCI56


El #EleganteFICCI56, rindió homenaje al Maestro Luis Ospina el director de cine más importante del país quien a sus 67 años presenta en Cartagena su última obra: Todo comenzó por el fin. Un film desgarrador, exhaustivo y tremendamente  intimo que lo expone como ser humano y autor y en donde deja al descubierto todo aquello que quisimos saber, o solo sabíamos de oídas sobre la historia del ’Grupo de Cali’ o el Caliwood, conformado por Andrés Caicedo, Carlos Mayolo y el mismo Luis Ospina.


El documental está ligado a la salud del director (así como transcurre el proceso de su enfermedad este se va transformando) y también a su corazón, no el físico, sino el que siente, el que sufre y vive de cariño y añoranza por los viejos tiempos, por los que se fueron y ya no están. Todo comenzó por el fin es un reencuentro, un autorretrato y un canto a la amistad.

Queremos compartir con ustedes las emotivas palabras de Luis Ospina a quienes estuvieron presentes en el Teatro Adolfo Mejia de Cartagena la noche de su estreno. 

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"Yo al Festival Internacional de Cine de Cartagena le tengo mucho cariño porque fue el primer festival de cine al cual asistí en mi vida. Eso fue en 1974, hace ya 42 años. Vinimos Andrés Caicedo y yo. Éramos unos jóvenes de 22 y 24 años respectivamente, que acabábamos de publicar el primer número de la revista Ojo al cine y llevábamos varios ejemplares para repartir. Nos hospedamos en un antro de mala muerte de la ciudad amurallada, ocupado casi en su totalidad por una manada de marineros coreanos en chancletas y shorts que fumaban y deambulaban incesantemente mientras esperaban a que un barco de su bandera los repatriara después de que naufragaron en la bahía de Cartagena. El primer día que salimos a la calle le robaron el tiquete de regreso a Andrés. Acto seguido fuimos a Telecom para que Andrés llamara a su mamá y le comprara otro tiquete para que no corriera la misma suerte de los marineros que cayeron en desgracia con el mar.

En esa época el festival era un evento elegantísimo. Los hombres con smoking y las mujeres vestidas con sus mejores galas. La noche de la inauguración nos pidieron a la delegación colombiana subir al escenario y, en medio de toda esa elegancia, nosotros parecíamos moscos en leche. Andrés en bluyines y camiseta y yo, también en bluyines, con camisa de esqueleto. Y, desde luego, con nuestras largas cabelleras. La rechifla del publico no se hizo esperar. Al día siguiente la crónica social de la prensa local se quejó de nuestra desfachatez y fuimos víctimas de toda clase de dardos venenosos.
Luis Ospina y Carlos Mayolo.
Ese año fue memorable porque trabamos amistad con Ofelia Medina (antes de ser Frida Kahlo) y nos enamoramos platónicamente de ella. Los tres íbamos a cine juntos; Andrés se sentaba a un lado de ella y yo del otro. Con la complicidad de la oscuridad del Teatro Cartagena cada uno tímidamente le agarraba la mano castamente. Por Ofelia conocimos a la gran actriz Katy Jurado, quien venía en representación de la película Pat Garrett & Billy the Kid de uno de nuestros directores preferidos Sam Peckinpah. Entrevistamos a Paul Morrissey, director de cabecera de Andy Warhol, que vino a Cartagena para la première mundial de Andy Warhol’s Dracula, una singular película de sangre y sexo. Al regresar a Cali, escribimos al alimón una crónica que publicamos en Ojo al cine bajo el título de XIV Festival de Cine de Cartagena de Indias: un toque de distinción.

Al año siguiente Andrés y yo regresamos y cuál no sería nuestra sorpresa cuando nos topamos a pleno sol en la playa de Bocagrande con la vampiresa y princesa de las tinieblas Barbara Steele, musa de Mario Bava, Roger Corman y Federico Fellini. Cuando la abordamos tímidamente, ella, nos peló los colmillos y nos concedió una entrevista que publicamos también en Ojo al cine.

Ir al festival de Cartagena se nos volvió un vicio. Todos los caleños veníamos en patota y nos quedábamos todos juntos (y revueltos), en hoteles, en los cuales hacíamos rumbas descomunales al estilo de los Hermanos Marx en el camarote de Sopa de pato. Los caleños en esa época éramos como plaga de langosta: una pandilla de jóvenes cinéfilos iracundos. Recuerdo que cuando se exhibió Saló de Pasolini, Carlos Mayolo, quien andaba en una rumba inexpugnable, entró a la sala de cine justamente en la escena en cual los comensales gustosamente comen mierda. Al ver la pasividad de los espectadores ante tal espectáculo, Mayolo insultó al respetable público con palabras de grueso calibre y fue eyectado por la policía del Teatro Cartagena y conducido a una inspección de Policía por escándalo público.

El momento de esplendor del Festival Internacional de Cine de Cartagena fue en los años ochenta, cuando hubo un relevo generacional en la dirección del evento. Don Víctor Nieto le cedió la dirección a su hijo Víctor Enrique. En ese corto verano de la anarquía vinieron Barbet Schroeder, Bulle Ogier, Néstor Almendros, Paul Schrader, Daniel Schmid, Benoit Jacquot, Dominique Sanda, Bernardo Bertolucci y Rainer Werner Fassbinder; este último, acompañado de parte de su séquito habitual, su asistente Harry Baer y el actor Peter Chatel. Los visitantes probaron todas las delicias locales y consumieron, hasta más no poder, todos los paraísos artificiales que se dan en estas pródigas tierras. La mayoría del tiempo Fassbinder se la pasó encerrado en su habitación, dictando entre líneas en una grabadora, el guión de Cocaína de Pitigrilli. Sólo salió en dos oportunidades de su encierro caribeño: la mañana que se estrenó para la prensa su adaptación de Nabokov Despair y la noche de cierre en el Club de Pesca. Siempre se expresó en monosílabos sin dejar de fumar y beber ron Tres Esquinas y sin cambiarse su habitual camisa negra y su chaqueta de cuero negra.

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Yo al Festival Internacional de Cine de Cartagena le tengo mucho cariño porque fue el primer festival de cine al cual asistí en mi vida. Eso fue en 1974, hace ya 42 años. Vinimos Andrés Caicedo y yo.
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En otra edición del Festival compartí honores con Cantinflas como parte del jurado. Aunque él era el presidente del honorable jurado nunca asistió a una sola proyección ni estuvo presente en la deliberación. El único momento en que lo vi fue detrás de bambalinas la noche de la premiación. Cuando lo llamaron a escena, le dirigí la palabra por primera vez y le dije. “Que siga Mimí con el bolero”, citando un diálogo del “Bolero de Raquel”. El cómico me miró desconcertado y se rió. Puedo decir que hice reír al cómico Cantinflas.

En 1981 el festival se inauguró con mi ópera prima Pura sangre, que fue recibida muy mal por su contenido aberrante. Después de la proyección pasamos la noche en blanco rumbiando en el hotel y seguimos derecho a la rueda de prensa. La primera pregunta fue de un crítico, de cuyo nombre no quiero acordarme, quien con su lengua viperina espetó: “¿Cómo hizo usted para gastarse tanta plata para hacer semejante porquería?” Ese crítico ya no existe pero la película sigue viva. Pura sangre no se ha coagulado; se sigue exhibiendo, pirateando y, para las nuevas generaciones de cinéfilos, se ha vuelto hasta una película de culto. Con base en estas historias y otras más en algún momento de mi vida pensé escribir Caliwood Babylon, unas memorias escandalosas de sexo, drogas y cine del Grupo de Cali pero deseché esa idea y en su defecto realicé mi última película Todo comenzó por el fin, la verdadera historia de Caliwood contada por nosotros mismos, que tendrá su estreno nacional en esta edición del FICCI.

Quisiera agradecerle con todo mi corazón y sus tres bypasses al Festival Internacional de Cine de Cartagena, a su directora Diana Bustamante y a todo su simpático equipo, este homenaje en vida que me rinden, tributo que por primera vez se le hace a un director colombiano. Y por primera vez a un documentalista colombiano. Quisiera dedicarle esta estatuilla a mis amigos, vivos y muertos, quienes han hecho posible que yo haya podido realizar 32 películas en estos 46 años de carrera sin traicionarme a mí mismo. Muchas gracias y que siga el baile."

Luis Ospina.