Un asunto de tierras de Patricia Ayala | Por Ángela García


La indiferencia que existe hacia las víctimas del conflicto en el país es grande, es reconocible cuando se deja de lado la oportunidad de poder mostrar a una proporción grande de la población un documento visual que mueva un poco la cabeza de quien lo ve y lo incite a repensar en el contexto de su país y de quienes lo habitan. Lo anterior lo podría llamar como una falta de responsabilidad social de una empresa como Cine Colombia, pero no es la primera vez que pasa y seguramente no será la ultima. No solo es una empresa, es más que eso, es el colombiano que coincide con la película sin tener sospecha alguna de lo que está próximo a ver, se defraudara al pensar que “un asunto de tierras” aludía a alguna película de entretención pasajera, pasado esto la calificara de “aburrida” y con crispetas en mano saldrá del teatro. El conflicto aburre a unos  y a otros duele.


Un documento visual que debería ser casi que obligatorio de ver y conocer como colombianos pasa desapercibido, no le dan la gran importancia que tiene, como sí el problema fuera de una minoría, que realmente no lo es, pues en este caso es el 70% de la gente en Colombia la que ha sufrido directamente la violencia y han sido despojados de sus tierras. Es el reflejo de una parcialización del país, de los que están bien y los que están mal y la ironía de unos individuos que piensan en "acuerdos firmados" como la gran solución. Acuerdos y procesos que resultan vacíos.

Estos documentales se hacen precisamente con el objetivo de visibilizar las diferentes problemáticas que ha dejado el conflicto en Colombia, de dar una voz a las víctimas que pasan imperceptibles para muchos en el país. 
Un asunto de tierras pone al espectador en situación de lo que muchos campesinos tienen que pasar por consecuencias de la guerra y de una ausencia del gobierno en el tratamiento de un problema tan grande para la población rural como es el despojo de sus tierras y el interminable y frustrante tema de restitución.
En un país que busca la paz, el devolver las cosas a sus dueños le da un sentido mayor a este proceso.


El proceso de una restitución de tierras hace la analogía a esa búsqueda de la recuperación de la memoria, de ese lugar al que se perteneció y se quiere regresar, es una búsqueda del arraigo a la tierra sin la mezquindad de lo material pero sí una búsqueda identitaria del lugar donde se creció, del pedazo de tierra que ocupamos y guarda nuestra esencia, es como sí la guerra hubiera borrado pedazos de la vida y entonces obligue a las victimas a vivir con vacíos y sin recuerdos.

“¿Cuál es el espacio mínimo que un hombre necesita para vivir? ¿Dentro o fuera? Fue a partir de sentir mis propios pies en un espacio de 1m por 1m que no pude dejar de pensar el adentro sin el afuera, supe que a partir de ahí. Todo. El movimiento. La medida del deseo no puede ser capturada.” Graciela Sacco